martes, 9 de febrero de 2016

Crónica de la visita al Carnaval de Bielsa (Huesca)

El pasado sábado 6 de febrero un grupo de militantes del CELE se desplazaron a la pequeña localidad pirenaica de Bielsa, situada en un estrecho valle de la comarca del Sobrarbe, en la provincia de Huesca, en el área que comprende los Pirineos occidentales de Aragón.



El motivo de la visita fue presenciar uno de los actos centrales dentro del programa de fiestas del Carnaval de Bielsa, que entraña muchas particularidades y cuyos orígenes se remontan a un pasado remoto, casi inmemorial, que se pierde en la noche de los tiempos. Situado en la fachada del Ayuntamiento, enganchado a una de las ventanas centrales del consistorio, nos recibe al entrar en la plaza principal del pueblo un muñeco de trapo conocido como Cornelio Zorrilla, que viene a simbolizar el carnaval, y que presidiendo la plaza le espera como destino final la tortura y ser pasto de las llamas con el cierre de la festividad, para purgar las culpas que arrastra.





Gentes procedentes de todo el valle, de los distintos pueblos que lo integran, del propio pueblo y de otros lugares más o menos distantes, incluyendo a visitantes de la vecina Francia, cuya frontera se encuentra a escasos kilómetros del lugar, comienzan a llenar la plaza hasta hacerla intransitable. Los medios de comunicación locales, prensa y televisión también permanecen a la espera del inicio del evento. No es hasta las 16:30 de la tarde, con la multitud congregada en la plaza, cuando hace acto de presencia una charanga, con los músicos vestidos de arlequines, que comienzan a animar la fiesta con su particular música.






Al cabo de unos minutos, vemos aparecer desde las distintas calles y callejuelas que desembocan en la plaza del pueblo, a una serie de personajes con las caras pintadas de negro y un atuendo muy particular, con cuernos, pieles y cencerros que agitan continuamente al tiempo que asustan a las mujeres, contra las que se frotan de forma insinuante, en lo que parece ser una reminiscencia de un antiguo culto a la fertilidad vinculado a los orígenes del carnaval belsetano. Se trata de los trangas, y son interpretados por los hombres solteros del pueblo. También llevan unos palos llamados “trancas” con los que atizan al muñeco de trapo, a Cornelio Zorrilla. Este espectáculo dura unos minutos, y en el transcurso de este tiempo otros personajes variopintos aparecen por la plaza: desde los onsos, que son un par de mozos disfrazados con pieles y un saco de hierba seca sobre la espalda, que son golpeados con dureza por los domadores o el caballé, que son unos personajes que simulan ir montados sobre caballos. Otros personajes fundamentales dentro de esta escenografía son las madamas, que son las jóvenes del pueblo, entre 16 y 25 años, que esperan con unos vestidos blancos, con algunos colores vivos a modo de adorno, guirnaldas y lazos, que esperan en la puerta de sus casas a ser recogidas por los trangas para participar en el baile posterior. El color blanco es otro elemento relacionado con la pureza y la virginidad, y por tanto con la fertilidad.










Este carnaval es todo un símbolo y una muestra de lo enraizadas que están determinadas costumbres , folclore y celebraciones en los Pirineos, regiones que durante siglos se mantuvieron intactas en la conservación de sus tradiciones y legados ancestrales, los cuales deben ser protegidos y perpetuados en lo sucesivo como parte de la riqueza de los distintos pueblos y regiones que integran España.